Mencey en Alemania

Mencey Rodríguez

Hola TRAVEL WORK,
Disculpa la tardanza, pero bueno, como dice el refrán «nunca es tarde si la dicha es buena«.
Sólo comentaros que mi experiencia el el camping ha sido una de las experiencias más satisfactorias de mi vida. He aprendido mucho, he hecho muchos, nuevo y buenos a amigos, me he divertido como un niño, y vamos, que no puedo pedir más.
El único inconveniente fue el tiempo. Este se me pasó volando y me supo a muy poco. Aunque finalmente logré alargar mi estancia un poquito más.
Sólo agradecerles el hecho de que me hayan ofrecido la posibilidad de haber podido vivir esta experiencia.
Desde finales de septiembre me encuentro en Lanzarote. Mi objetivo ahora es mejorar el inglés y por eso estoy buscando algún trabajo en el Reino Unido. Vamos a ver si hay suerte 😉
A continuación, aquí debajo y con el título de «UN SÓLO DÍA», te dejo unas palabritas que escribí cuando me fui del Camping y que resumen de cierta manera mi estancia en el mismo. Quizás así puedas mejor hacerte una idea de la experiencia que me tocó vivir.
EN UN SÓLO DÍA
Casi tres meses que pasaron en un sólo día.
Echas la vista hacia atrás y se te vienen a la cabeza sentimientos de exaltación, miedo, aventura, nerviosismo. Pero eso sólo fue al principio. Luego conoces gente. Excelente, grandiosa y admirable gente. Sientes una paz infinita. Recuerdas un momento que te hizo sonreír, luego otro y otro…
A veces te encuentras exhausto, abatido, sin ganas… Pero el premio final, el dibujo de la felicidad en la cara de ellos, hace que ese sentimiento se transmute en energía.
Te acuerdas de una mirada, un gesto de complicidad. Te sientes en pura armonía porque sabes que con tu presencia y hacer puedes ayudar a otros a ser más felices.
El conectar con un equipo de personas de una manera tan formidable. El echo de que no sólo las personas con las que has trabajado, sino también, el resto de trabajadores, te traten como a un familiar, se preocupen por ti. Alaben tu trabajo y te consideran un pilar fundamental. Que quieran tenerte aquí sí o sí…
Que no sólo los pequeños, sino también los grandes, te pregunten si vas a estar aquí el año que viene. Que te regalen detalles echos por ellos mismos. Que te den su número de teléfono. Que te pidan el tuyo propio. Que te escriban su dirección en un papel para que los visites. Que te inviten a un helado.
Que….
El oír sus gritos. Que te llamen de todo, menos Mencey. Ahora se me vienen a la cabeza: Mencen, Mincel, Pinsel, Wensy, Wednesday, Senseibu, Menci…
Y de repente?… Ya no queda nadie.
Casi en un abrir y cerrar de ojos, sin apenas esperarlo, te das cuenta que todo acabó. Empiezas a ser consciente de que fue y de que ya no es. Miras a tu alrededor y encuentras todo ensordecedoramente tranquilo. Una tranquilidad que invita a la melancolía. Entonces ella, la melancolía, hace acto de presencia.
 Te sientes triste, pero alegre. Sientes esa explosiva combinación semejante a una montaña rusa. Con sus subidas y sus bajadas. Pero más subidas. Subidas que irradian felicidad. Felicidad porque fuiste testigo de una experiencia única e irrepetible. Que compartiste con gente también única e irrepetible. Feliz porque sin esperar nada a cambio, diste todo de ti. Pero recibiste cariño, alborozo. Eso que no se paga con dinero. Eso que sólo se siente. Eso que te llena de paz y te da vida.
Vivo. Orgulloso, alegre, exultante. Con la conciencia tranquila de haberle sacado el máximo jugo a esta experiencia. De haber disfrutado de 
lo lindo y de haber aprendido a velocidad de vértigo. Orgulloso de haber vivido.
Así me siento yo.
Entonces vuelve de nuevo la melancolía, ese que te hace, a veces, estar triste y alegre a la vez… Pero te vales de la soledad, de la tranquilidad del lugar y de los últimos rayos de sol del verano. Aprovechas ese perfecto telón de fondo para pensar y recordar los mejores momentos vividos. Coges la bicicleta y desapareces en el bosque durante algo más de una hora…
Luego llegas. Algo sudoroso, casi sin aliento. Miras hacia la piscina… No hay nadie. Está apetecible. En ella se revuelcan los últimos rayos de sol de la tarde.
Es entonces, cuando decides conectar tu teléfono móvil a los altavoces de la piscina y zambullirte en el agua mientras escuchas una de tus canciones preferidas. En un solo día.
Y es en ese preciso instante, y por primera vez en «en un sólo día» que sin darte cuenta duró casi tres meses, que tu mente se queda en blanco y simplemente sonríes…
Y es que SONREÍR, es sinónimo de VIVIR.